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Hacia la regulación del gran opiáceo

Por Sandra Uribe 

Los acertadísimos comentarios sobre economía que recientemente hicieron al aire las estrellas televisivas sobre el aumento de dólar –que ahora cuesta un poquito más y que no influye en la economía de las familias mexicanas-, llega para recordarnos –además de sus limitados conocimientos- que nuestra democracia es una farsa.

 

Y digo esto basándome en la teoría del cuarto poder sobre los medios de comunicación, específicamente sobre la televisión y el poder hegemónico que ejerce Televisa sobre la comunicación en México, pues en incontables ocasiones ha quedado claro que es un ente mediático que favorece directa y descaradamente a salvaguardar la imagen del Estado.

 

Hablaría sobre Joaquín y la farsa noticiosa que sostiene desde hace décadas, sobre los ‘mil y un montajes’ que buscan sostener la ‘verdad histórica’, viene a la mesa Adela, Marín y toda la basura que llaman ‘líderes de opinión’ pues de la forma más absurda buscan jugar a la ‘crítica’ y por supuesto podríamos hablar sobre el ícono de la infancia|| el chavo del ocho, aquel personaje carismático que todos los días nos recordó que en la pobreza y el abandono se puede sonreír.

 

Lo cierto es que aquellos que tienen el poder de la palabra y la injerencia suficiente en el pueblo de México, se encuentran lejos de contrarrestar los excesos del poder y  fungir como ‘mediadores’ en la realidad social; en vez de ello Estado´Televisa, se han convertido en un fantástico equipo para premeditadamente violar las leyes y conservar a buen número de mexicanos intoxicados con la mentira comunicativa.

 

No pago para que me peguen’ decía José López Portillo, y a más de 30 años de su gobierno la publicidad oficial sigue siendo un motor que favorece acuerdos ilícitos que impactan directamente en la libertad de expresión, y en la democracia de nuestro país.

 

Tan solo en los primeros dos años del mandato de Enrique –quien alcanzó ‘popularidad’ gracias a la Telepolítica- se destinaron catidades exhorbitantes en publicidad 'oficial'; (tan solo en la campaña ¨Mover a México¨ se invirtieron más de 60 millones) y la suma sería inconmensurable si ponemos sobre la mesa aquellos pactos no regulados que como premio o castigo el mandatario impone –no con tanta dificultad- en quienes tienen contacto con los mexicanos, si además sumamos la inversión millonaria que hizo el gobierno federal a través de Sedesol, en la entrega de 9.7 millones de televisores digitales a familias de bajos recursos* de facto entendemos que los verdaderos tiranos pueden perpetuarse desde la sombra, más allá de las instituciones democráticas.

 

Y para ti que lees esto ahora mismo puede resultar absurdo, pero las cifras hablan y te recuerdo que en México un 47% de la población no tiene acceso a la red, no a la crítica que se vierte constantemente, no al debate público –a pesar de los constantes intentos por coartar esa libertad- y su única posibilidad de entretenimiento e información es la televisión abierta. Para ese gran sector de la población el ‘operativo cisne negro’ no fue una bufonada, ni una burla el ‘ya chole con tus quejas’;para ellos las luchas sociales son peligrosas, la quema de la puerta en palacio nacional un acto violento de grupos subversivos y el alza del dólar culpa de los chinos.

 

Entonces una relación que pudiera parecer compleja se simplifica a raíz del comentario de los nuevos economistas en horario matutino, pues más allá de las implicaciones – y complicaciones- que deja la comunicación al servicio del Estado, resulta que la carta magna prohíbe ”la transmisión de publicidad o propaganda presentada como información periodística o noticiosa”; y en tan pocas palabras entendemos la violación y el insulto al consumidor y al pueblo mexicano.

 

Como un ejercicio de memoria, es preciso mencionar que envuelto en una ola de protestas que reclamaban la democratización de los medios* nuestro presidente, mientras fue candidato manejó como estandarte la regulación de la propaganda oficial, y pese a ello aún podemos decir que Televisa permanece como brazo derecho y suavizante de fallas para el gobierno federal.

 

Es por eso, que tú, yo y todo aquel que esté consciente de esta infecta realidad, tenemos por lo menos que entender la relación indisoluble entre democracia y libertad de expresión y exigir la regulación inmediata del opiáceo más poderoso para México.

 

El contenido literario y periodístico así como los cartones políticos mostrados en esta página son propiedad de El Pregonero Mexicano, construidos  por la voz de una parte del pueblo, periodistas y luchadores sociales. Para su dominio, utilización o reproducción  únicamente comunicarse a los teléfonos y redes de contacto. Pregonemos la verdad juntos.

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