
Justicia Brutal
Columna por Miguel Ángel Hernández
A últimas fechas, hemos visto en las redes un video que evidencia a elementos del ejército mexicano y a policías federales interrogando a una mujer, mientras ésta es torturada. Algunos se indignan ante el hecho, otros se indignan por la reacción de quienes condenan la acción y otros más se muestran acostumbrados a la violencia. Por otro lado y en otro escándalo, hemos visto las fotografías de un miembro de la marina, apodado el “Marino Loko” obligando a sicarios a ponerse prendas de lencería; e inclusive han denunciado que los obliga a besarse o a realizar actos humillantes, simplemente para entretenerse.
Sinceramente me parece absurdo que miembros de las fuerzas armadas y de órganos policiacos, pidan solidaridad por medio de publicaciones en las redes sociales, haciendo énfasis en los “Derechos Humanos”; derechos que a su parecer, no todos deberían tener y acusando de insensibles, a quienes nos pronunciamos en total desacuerdo con acciones ilegales y que únicamente denotan la inexistencia del Estado de Derecho; además de dejar claro que el “Debido Proceso” son solo un par de palabras que existen en el imaginario.
Recuerdo un desafortunado discurso de Calderón durante su mandato; en el que exigía, que los miembros de la delincuencia organizada respetaran los Derechos Humanos. Es aquí donde surge el punto de desencuentro; la pregunta constante es ¿Por qué se exige que las autoridades actúen garantizando los derechos humanos? Y por qué somos incapaces de exigirle a los delincuentes que no actúen con barbarie o de forma sanguinaria.
La respuesta es sin duda cruenta y quizá le parezca simple; pero señor lector, en primer lugar las autoridades deben actuar conforme a Derecho y respetar los tratados internacionales en materia de Derechos Humanos, por una simple y sencilla razón; se les paga para ello. En segundo lugar si pudiéramos hacer una petición a los delincuentes (y estos tuvieran a bien prestar atención) sin duda sería más inteligente solicitarles que dejaran de delinquir y no que lo hicieran de “forma humana” como algunos piden. Pero esto es mucho más profundo, aquella autoridad que actúa en el margen de la legalidad; es peor que un delincuente, pues aprovechándose de la protección que le brinda el cargo y de la seguridad que brinda la impunidad, comete atrocidades de forma alevosa.

Dejar a consideración del marino, soldado, policía o Ministerio Público, la forma en la que actúan contra los presuntos culpables, abre una puerta directa al infierno; la agresividad de estos pseudo servidores públicos solo denota la frustración que les causa su trabajo; mostrándose como auténticos animales contra el desarmado e indefenso, mientras que, por otro lado se muestran temerosos y serviles ante sus jefes y los grandes capos. Esto, no es más que una simple muestra de cómo funciona la cadena de violencia y perdone usted si no estoy de acuerdo con las formas poco ortodoxas de impartir justicia, pero una persona capaz de torturar, de humillar o de matar a sangre fría, no puede ser la encargada de la seguridad de un país.
Podemos concluir que todas las personas son libres de actuar respetando o no las leyes, sin embargo aquel que actúa en contra de las normas que nos rigen, se convierte en un delincuente, importando poco, si tiene o no uniforme, si es representante popular o tiene un cargo público, aquel que violó la ley merece un castigo y punto.
“Supongo que el único momento en que la gente piensa en la injusticia, es cuando le sucede a ellos” decía el poeta Charles Bukowski; piense en ello cuando por una infracción de tránsito sea golpeado por un policía o cuando por mala suerte se encuentre con un policía que haya tenido un mal día.