
Lxs que no pudimos ser violeta
Por Sandra Uribe
En el marco de la protesta nacional, contra las violencias machistas denominada Primavera Violeta, fuimos testigos de dos sucesos verdaderamente inaceptables, el primero, el testimonio de un hombre que denunció a través de redes sociales la agresión por parte de un grupo de feministas y el segundo, que se haya negado la lucha por Ayotzinapa, rayando el 43 que se levantó como un reflejo del duelo colectivo, no solamente por los estudiantes rurales, sino por las miles de víctimas que han muerto o desaparecido en territorio mexicano.
La apuesta oficial en nuestro país, es la desmemoria y el olvido de cualquier tragedia producida por la injusticia, la corrupción o el abuso del poder, por eso todas y cada una de las personas que han sufrido por acción u omisión en manos del gobierno, tendrían que vivir en la voz colectiva disidente, todas, desde las víctimas del 68, pasando por Acteal, Aguas Blancas, las miles de mujeres asesinadas y los desaparecidos por la guerra contra el Narcotráfico, hasta llegar a la tragedia de Ayotzinapa.

A pesar de que se ha desarrollado una corriente radical del feminismo, que en varias ocasiones ha violentado al género masculino a través del discurso, y a pesar de que esa corriente, rompa con la esencia de la lucha feminista que es la equidad de género, me parece impensable que de manera alevosa se haya violentado dicho anti monumento, puesto que al ser así se demostraría una incongruencia inadmisible en la Primavera Violeta.
Y aunque me obstino a pensar que fue en realidad el movimiento feminista pronunciándose en contra de la lucha por los 43 normalistas, se ha evidenciado en redes sociales la postura radical de algunas mujeres, afirmando el desequilibrio respecto al género en las manifestaciones sociales y respaldando las pintas de ‘’Yo no soy Ayotzinapa’’. Sentenciarlo como un hecho reprobable me parece poco, ya que asumir esa postura es sin duda adoptar un doble discurso, uno muy parecido al de Margarita Zavala durante su carrera presidencial.
Sin duda es un tema delicado, sin embargo hay asuntos no menos importantes que en ocasiones el discurso feminista omite y absuelve, recuerdo una publicación en redes sociales que señalaba como violencia machista, la respuesta de los usuarios a los comentarios realizados por Andrea Legarreta respecto al aumento del dólar, comentarios que no tomaron en cuenta por ejemplo la violencia clasista que sostuvo la conductora. O volviendo al ejemplo previo de Margarita Zavala, señoras feministas, ¿podrían justificar el discurso de igualdad viniendo de una mujer que comparte la cama con un asesino, no solo de mujeres sino también de hombres y niños?
No encuentro ejemplo más ilustrativo que aquel para resaltar la incoherencia de las pintas ‘’Yo no soy Ayotzinapa’’ durante la Primavera Violeta, alzar la voz para exigir la resolución de casos encarpetados, ya se trate de una desaparición forzada o de un feminicidio, tendría que convertirse en un grito unificado clamando por la justicia necesaria. Negar la lucha por los normalistas, es encapsular el llamado a la justicia, y es que para todos sin distinción alguna, la realidad que atravesamos es sanguinaria en un país patriarcal, sí, pero también totalitario y brutal para todo aquel que no tenga cobijo en la impunidad. Pese a que no existe una cifra exacta, se aproximó que hasta el cierre de 2015, en el país había más de 26 mil 121 desaparecidos, incluyendo a 7 mil 185 mujeres. Acaso, ¿tenemos derecho a valorar unas vidas sobre otras cuando ambas partes nos sabemos víctimas?

Ilustración por Miguel Ángel Hernández
Alzar un anti monumento, es una victoria para las voces que defienden la memoria y no como parte del gran calendario de desgracias a celebrar, sino como un ejercicio de remembranza, para recordar el abuso, generar consciencia y señalar al verdadero causante del dolor y la tragedia. No hay ningún gobernante que quiera pasar a la historia como un opresor tiránico, ninguno que no busque ocultar la carencia de justicia y la evidencia de impunidad, por ello es indispensable jamás desvincular las luchas sociales, puesto que el despojo, el feminicidio y la desaparición forzada, entre muchos otros males, responden única y exclusivamente a la manera cruenta con la que se conducen las autoridades.
Es una pena, que los 43 no hayan podido ser violeta, es una pena que los que también somos Aguas Blancas, Acteal, Atenco y estamos en concordancia con el cese a las violencias machistas y la defensa de la equidad de género no podamos ser también parte de la Primavera Violeta.